Por Marcos Maynar
Arrancaba un noviembre particular y agitado para las tierras latinoamericanas. Estados Unidos, en manos del republicano George Bush Jr, avanzaba con la propuesta, a modo de sueño unilateral, de garantizar una zona de libre comercio en América; el famoso ALCA.
Recorriendo Mar del Plata en los días previos a la Vº Cumbre de las Américas, uno veía como la ciudad se iba llenando de personajes particulares, policías exageradamente armados y sobre todo, un vallado perimetral en un sector de la ciudad en la que solo podían acceder los que vivían dentro de ese cerco de metal. Nadie más. Ahí ya se olía que la cumbre no iba a ser solo una reunión de presidentes sino un hecho histórico e inolvidable para la ciudad y el mundo.
Y así fue que ese 5 de noviembre, los niños y las niñas se agolpaban a las ventanas para ver pasar los increíbles autos de los jefes estatales y su comitiva, los helicópteros y la parafernalia de una seguridad exagerada y ostentosa. La noche anterior decenas de jóvenes de la Juventud Comunista Revolucionaria, habían armado un plan arriesgado pero efectivo de pegatinas: Un afiche con el cuerpo de Bush haciendo el saludo nazi. Esa mañana, fue gratificante ver como entraba el primer cachetazo a la seguridad del pentágono. Un grupo de jóvenes comunistas había logrado empapelar una gran parte de la ciudad con un afiche llamativo y sin pudor.
Luego fue el álgido debate político. Un sector, planteaba que el hecho era marchar, pero no acercarse demasiado a las vallas de contención del perímetro cercano a los mandatarios. Otros, planteaban que había que hacer un acto en un punto diametralmente opuesto para sacarles atención, una jugada “contra hegemónica”. Todas las propuestas eran válidas. Pero desde la dirección del PCR se dejó algo en claro: “que arda el suelo que pisa el genocida de Bush”.
Así fue que, en ese glorioso estadio con Chávez, Evo, Diego y tantos, entraba una columna de la CCC al sonar de tambores y trompetas y bañados del aplauso reconocido que llegaba desde todos los rincones del José María Minella. Y de ahí, a caminar hasta las vallas.
En la otra trinchera, los presidentes de Brasil, Argentina, Venezuela, Uruguay, entre otros, preparaban el desplante a Míster Bush enterrando la idea de atar a nuestros países latinoamericanos como fabricas baratas de los deseos y necesidades del imperialismo yanqui.
Podemos decir con orgullo que esa pinza, entre el estadio mundialista, la contra cumbre, la marcha increíble de organizaciones sociales, estudiantiles y políticas hasta las vallas y el planteo geopolítico y soberano de un sector de los mandatarios sudamericanos, fue el golpe letal para que Bush hijo, se vaya sin nada, pero quizá sí, con el temor de ver a ese que se levanta y deja de tenerle miedo.
Nunca vamos a olvidar esa juventud antiimperialista, combativa, las banderas de los centros de estudiantes de humanidades, de la Cepa, del mus, la gloriosa CCC, y sobre todo la gigantesca columna del PCR que, sorteando algunos que se frenaron antes de tiempo, llegó a las vallas para gritar al mismo compás que las recordadas palabras de Hugo Chávez Frías en el estadio: “Alca, Alca, AlCARAJO”