De la rebelión callejera a la solidaridad comunitaria. ¿A dónde vamos?
Matías Rodríguez, PCR Mar del Plata.
La relación del sistema capitalista con la naturaleza es la historia de la ruina y la miseria, porque todo lo que nos rodea está al servicio de la producción del valor y el dinero. La crisis mundial creada por la aparición del coronavirus expresa un agotamiento histórico y exige volver a pensar otro mundo. El mundo del consumo y la codicia, hoy pide austeridad y solidaridad. A escala global, los monopolios imperialistas concentran capital más que nunca, se comportan de forma predatoria. Las desigualdades de riqueza se han profundizado hasta niveles extraordinarios. Por vez primera en la historia, nuestro modo de vida tiene el poder de engendrar no solo odio racial y de género, guerras o campos de concentración, sino también aniquilamiento, sin ser ya una fantasía apocalíptica: bombas nucleares, colapso ambiental o pandemias evitables. En la propia forma de producir/reproducir del capital están las causas de estas pandemias, en la propia forma de producir del capital esta la indefensión ante ella. La verdadera imagen del futuro es el fracaso del presente, ya sabemos lo que no queremos.
Las diferentes épocas y sociedades convivieron con miedos que moldearon sus ideologías. El miedo disciplina. Del miedo a la amenaza nuclear, al “inmigrante”, al “terrorismo”, ahora el poder cuenta con un miedo muy efectivo e individualizante: el virus.
Luego de la crisis capitalista iniciada en 2008 se desarrollaron fenómenos políticos de carácter global, las principales tendencias fueron: la agudización de la disputa interimperialista entre China y EEUU (con un creciente declive de la hegemonía yanqui); el cuestionamiento a la “globalización” a favor de los Estados-nacionales y el proteccionismo, auge de las ultraderechas y debilitamiento de las izquierdas y crecientes conflictos bélicos. Como contrapartida a estas tendencias dominantes, el año pasado, el 2019, fue el año de las rebeliones populares y el resurgir de los pueblos en las luchas de América Latina, Francia o Hong Kong. En países como Chile se avanza con la represión, la pandemia resultó un instrumento efectivo para frenar las luchas callejeras. En el sur global nadie sabe como va a ser el desarrollo del virus. En nuestro continente donde la dependencia y el atraso sostienen una realidad de enorme pobreza, con países endeudados, con sistemas de salud precarios y falta de insumos el impacto social, económico y sanitario puede ser catastrófico. Pero al mismo tiempo, se empieza a cuestionar todo, porque todo lo que parecía solido se desvanece en el aire, muestra una fragilidad que agudiza las contradicciones existentes y generará nuevas subjetividades.
La pandemia puso “en pausa” al mundo ¿pondrá “en pausa” a la creciente lucha popular? ¿Qué rol cumplen los pueblos en esta inesperada e inédita situación? ¿La lucha popular debe quedar en segundo plano y “somos todos contra el virus”?
Este “enemigo invisible” nos empuja a alinearnos a todos en un bloque: la humanidad contra el virus. Pero en cada decisión que toman, los que las toman, hay un proyecto a futuro. ¿Cuáles son las formas del protagonismo de los de abajo cuando se generan “estados de excepción” y cuarentenas? ¿Qué mundo nos espera pospandemia? ¿Se puede discutir esto en medio de esta crisis?
Si bien podemos acordar con la cuarentena como medida eficaz para ganar tiempo para preparar a un sistema sanitario castigado por años de desidia y desfinanciamiento, y que, por ejemplo, en nuestro país, el gobierno nacional a tomado medidas justas para proteger a los más desprotegidos y al entramado de pequeñas y medianas empresas, congelo alquileres, promulgó una ley antidespidos, frena cortes de servicios básicos, entre otras medidas de gran importancia. Al mismo tiempo, no podemos permitir un avance del control social y represivo que acorta las libertades y nos divide. Las recetas, que se plantean a nivel global, para frenar al coronavirus con sistemas de vigilancia extremos van a fracasar, nuestro planteo es hacerlo empoderando a la población. Las experiencias populares están indicando un camino: organizar el esfuerzo comunitario y la solidaridad desde abajo con la idea de seguir uniendo al pueblo en cada rincón y que en la lucha por las necesidades inmediatas podamos proyectar, repensar que sociedad queremos. Esta práctica de base la debemos acompañar con propuestas políticas extraordinarias que pongan en cuestión y reviertan las enormes desigualdades con las que llegamos a esta crisis: impuestos a los millonarios, nacionalizaciones, control público de lo privado, renta universal, reorientación de la producción en base a las necesidades sanitarias y alimentarias, entre otras. Los Estados como por arte de magia han hecho aparecer miles de millones de dólares, euros, pesos que antes parecían no existir. Se plantean medidas extraordinarias como posibles nacionalizaciones, planteadas en “escenarios de guerra” contra el virus. Como sostiene Alain Badiuo, los Estados en épocas de guerras imponen restricciones no sólo a los sectores populares sino también a las burguesías para sostener el orden vigente, son limitaciones inmediatas para preservar la propiedad a largo plazo ¿podremos evitar, parafraseando a Serrat, que cuando pase la pandemia “con la resaca a cuestas, vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza”?
Revalorizar lo que verdaderamente vale
Hay que revalorizar lo que la crisis puso como indispensable, cuando previamente lo hoy indispensable antes era invisible, mal pago o estigmatizado, queda al descubierto que quienes mueven la rueda día a día hoy son vitales: médicos y trabajadores de salud, científicos, recolectores de residuos, trabajadores y productores alimentos y energía, docentes, etc. La crisis ha demostrado que es la clase obrera la que ocupa las posiciones estratégicas para la producción y reproducción de la sociedad. La propuesta política tiene que ser la de un sistema que revalorice a estos sujetos. Hay que discutir lo que viene en el marco de ir solucionando lo que esta. El objetivo no es sólo soñar y pensar un futuro mejor, es resolver las contradicciones del presente que impiden que ese futuro se haga realidad. Levantar las experiencias de lazos solidarios y comunitarias, desde ahí discutimos lo que viene. Para poder ser futuro nuestras fuerzas deben crecer en el presente que se mueve en estas coyunturas criticas: comunidades barriales y organizaciones sociales que sostienen comedores y merenderos, centros de salud y hospitales, obreros y obreras de fabricas que pelean por producir para la necesidad y no para el lucro, pequeños productores de alimentos que venden a precios populares, comedores escolares, mujeres que elaborar protocolos de violencia adaptados a la cuarentena, científicos y estudiantes voluntarios que trabajan sin descanso, son innumerables los lazos comunitarios que son el antivirus del individualismo, los aplausos colectivos son la necesidad de sentirnos juntes. La forma comunidad se impone a la forma valor-dinero,
Una oportunidad para cuestionar todo
Entre los filósofos y pensadores surgieron valiosas reflexiones sobre la pandemia y el mundo que viene. Visiones pesimistas como las de Giorgio Agamben, que ven que el clima de pánico lleva al crecimiento de los “Estados de excepción” y los Estados totalitarios. También Judith Butler tiene una visión donde esta crisis fortalecerá las desigualdades, la supremacía blanca, la xenofobia y la violencia. El croata Srecko Horvat sostiene que “el coronavirus no es una amenaza para la economía neoliberal, sino que crea el ambiente perfecto para esta ideología” y que el virus podría generar una forma más peligrosa de capitalismo, ya que el miedo a la pandemia es mas peligroso que la propia pandemia.
Otros tienen una visión más optimista del futuro pospandemico. El más famoso en estos días fue Slavoj Zizek quién planteó que esta crisis podría dar lugar a una nueva forma de comunismo, pensando una sociedad alternativa más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global. Otros como David Harvey tienen una posición intermedia, ya que las consecuencias económicas pueden ser catastróficas, pero al mismo tiempo esto podría reducir el consumismo, la degradación del medio ambiente e inclusive mejorar significativamente la seguridad social. Analizar las coyunturas implica tener en cuenta las estructuras y las tendencias dominantes: ¿quién sacará provecho y quién se verá amenazado en la puja por la hegemonía global? ¿Qué escenarios quedaran planteados para los movimientos populares de las distintas regiones del mundo? Hacer afirmaciones hoy es arriesgado. Las crisis traen penurias y sufrimientos pero al mismo tiempo, pensando históricamente, han sido la oportunidad para que irrumpan movimientos liberadores: la Primera Guerra Mundial devino en la Revolución Rusa, pos Segunda Guerra Mundial con la debilidad de las potencias europeas acontecen los procesos de descolonización y la Revolución China.
Se ha instalado casi silenciosamente, durante los últimos treinta años, la idea de que no hay alternativas al capitalismo, y ese capitalismo fue colonizando palabras, ya no se habla de capitalismo sino de “economía”, la economía como sinónimo. Se oculta pero en épocas de crisis muestra su peor cara. Ante esta crisis global algunos, con buenas intenciones, dicen que se puede “domesticar” al Estado y armar un capitalismo más “humano”, pero estamos ante una oportunidad: la de cuestionar al sistema capitalista en su conjunto y, decir que en vez de “reactivar la economía” es momento de transformar el sistema.
Toda momento histórico, y principalmente los de quiebre abren la posibilidad de ciertos futuros al tiempo que cierra la de otros. Puede potenciar o atenuar tendencias, o se pueden producir saltos disruptivos. La historia humana es un proceso abierto, quien decide el rumbo, en definitiva, es la lucha de clases.
En los ricos debates que abre esta crisis, nos permite cuestionarlo todo y planear que hay otra forma de entender al mundo, que podemos pensar nuevas formas de organización de la vida social en la que los individuos sean capaces de realizarse en (y a través de) la realización de otros individuos, como planteaba Marx “el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos”. Tal vez, la crisis ilumine nuevos faros para los pueblos.