Durante el año 1885 y los primeros meses de 1886 un volante recorrió las fábricas y talleres en los Estados Unidos. Con las siguientes palabras hacía un llamamiento a realizar acciones de toda la clase obrera el 1°de mayo de 1886: “¡Un día de rebelión, no de descanso! Un día en que con tremenda fuerza la unidad del ejército de los trabajadores se moviliza contra los que hoy dominan el destino de los pueblos de toda nación. Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día en que comenzar a disfrutar ‘ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana”.
Los mártires de Chicago
La lucha por la jornada de 8 horas había sido tomada ya como bandera política en 1866, por los obreros en ambas márgenes del Océano Atlántico. En Estados Unidos, en el Congreso General del Trabajo reunido en Baltimore y, en Europa, en el Congreso Obrero Internacional de Ginebra (Suiza), a propuesta de Carlos Marx, el fundador del socialismo científico junto a Federico Engels.
En 1871 los obreros y el pueblo de París, en Francia, se alzaron en armas ante el cerco a la ciudad por el ejército alemán y la huida del gobierno burgués, instaurando su propio gobierno: la Comuna de París. Este primer gobierno obrero de la historia fue derrotado a tres meses de su proclamación, por el ejército francés que entró a sangre y fuego a la ciudad con el “permiso” de las tropas alemanas que la cercaban. Muchos de los comuneros, al igual que simpatizantes de los otros países europeos perseguidos por sus burguesías, se exiliaron en América, particularmente en los Estados Unidos. Las semillas de la Comuna germinaron en el movimiento obrero estadounidense, que se unificó en la reivindicación de las 8 horas.
El 1º de mayo de 1886 se inició una huelga general por tiempo indeterminado con grandes concentraciones en todos los Estados Unidos. El 3 de mayo comenzó la sangrienta represión de las clases dominantes yanquis, que alcanzó su mayor barbarie en la ciudad de Chicago. La policía cargó sobre los manifestantes, que respondieron con la organización y los elementos que tenían para ese tipo de movilizaciones, desatándose una batalla con muchos muertos por ambas partes. El gobierno declaró el Estado de Sitio, allanando domicilios y deteniendo a centenares de trabajadores, a los que sometió a juicios fraguados. Cinco de esos trabajadores condenados a muerte fueron ahorcados el 11 de noviembre de 1887: Adolfo Fischer, George Engels, Albert Parsons, Augusto Spies, Louis Lingg. Este último se suicidó la mañana del día de la ejecución. Los mártires de Chicago murieron proclamando su convicción en la victoria definitiva de la clase obrera.
Una jornada internacional
En 1888, el Congreso de la Federación Americana del Trabajo decidió organizar una manifestación en todo el país para el 1º de mayo de 1890.
En 1889, a propuesta de Federico Engels, el Congreso Internacional de París adoptó esa fecha para manifestar en todos los países y ciudades a la vez. La lucha por la jornada legal de 8 horas, una lucha política porque enfrentaba el poder de las clases dominantes, unió a los trabajadores de América y Europa. Por eso Engels pudo escribir el 1º de mayo de 1890, que “hoy el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por primera vez en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada legal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos. ¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!” (Prefacio a la edición de 1890 del Manifiesto del Partido Comunista, de Carlos Marx y Federico Engels).
Así, desde 1890, el 1º de Mayo es el Día Internacional de los Trabajadores, una jornada de unidad y de lucha. El día en que la clase obrera de todos los países del mundo pasa revista a sus fuerzas y renueva su compromiso de lucha por la emancipación, hasta poner fin a la explotación del hombre por el hombre.Ese mismo año en nuestro país, también se realizó el acto del 1ro de Mayo, surgían las primeras organizaciones obreras. Juntan 8000 firmas y se reúnen en Barrio Norte (en el Prado Español) y lanzan el Manifiesto del Noventa, donde se exigía: jornada de 8 horas, prohibición del trabajo infantil, entre otros diez puntos que manifestaban la defensa de los trabajadores y trabajadoras.
Una larga lucha por imponer la jornada legal de 8 horas, así como el reconocimiento de las organizaciones sindicales, cooperativas, etc. y el derecho a la actividad política de los obreros, costó años de esfuerzos y mucha sangre a los trabajadores de todos los países del mundo. Lo mismo que el reconocimiento del Primero de Mayo como su día, negado durante décadas (y muchas veces reprimido sangrientamente) hasta que se lo terminó aceptando como un diluido “Día del Trabajo”, con la excepción de los Estados Unidos donde se le cambió la fecha (se lo pasó al primer lunes de setiembre), para que no se lo vincule a los asesinatos de la burguesía yanqui de los obreros de Chicago