Nota de Roberto Garrone para Revista Puerto (foto Diego Izquierdo)
Pablo Romero tiene 59 años y luego de 4 años de juntar pruebas en el expediente, ANSES lo jubiló por la tarea que desempeñó en los últimos 23 años. Percibirá casi el doble de la mínima. El rol clave de su hija, estudiante de abogacía.
Pablo Romero no es un estibador más en Mar del Plata. Es uno de los pocos, tal vez el único, que ha logrado jubilarse como estibador y percibir casi el doble que la mínima con la que se jubilan muchos compañeros de descarga que pasan a retiro luego de cumplir 52 años de manera anticipada por tarea insalubre.
“Me jubilé en agosto aunque todavía no cobré porque estoy recuperándome de una lesión en la pierna y rehabilitando el hombro del que se me rompieron los tendones”, aclara Pablo en el comedor de su casa, atrás del corralón El Lusitano, a varias cuadras del puerto marplatense.
A Pablo lo acompaña Paola, una de sus tres hijas y la artífice de que haya podido jubilarse como estibador. Estudia abogacía y trabaja en un estudio previsional. Ella fue la encargada de comenzar a juntar recibos y certificaciones de tareas en las distintas cooperativas y empresas en las que trabajó su papá.
Fue un camino que comenzó hace cuatro años ya que Pablo no quería jubilarse con la mínima. En dos años juntaron suficiente documentación para hacer de la carpeta un objeto más que voluminoso. Paola reconoce la buena voluntad de ANSES para nunca rechazar el pedido y entender el reclamo. “Hubo mucho trabajo”, dice la hija.
“Sabíamos que había una jubilación especial para estibadores. Tienen que tener 52 años y 30 de aportes. Pero tuvimos que demostrarlo. Muchas cooperativas hacen los aportes como monotributista y ANSES no sabe qué tarea desempeñan. Eso les permite a muchos jubilarse con la mínima, pero no era lo que quería”, explica el trabajador.
“En los últimos años estuve en el centro de contratación y las empresas nos toman bajo relación de dependencia. Encontré todos los aportes y con las habilitaciones del Consorcio y la Prefectura pude demostrar los años que estuve en Riomar, que me desempeñaba como estibador”, cuenta Pablo.
“El tipo de trabajo en la estiba no debe darse en otras actividades. Hay días que trabajan para tres empresas distintas. Hay tres altas y bajas diferentes. Hay que presentar la documentación, con la certificación que buscamos en todas las cooperativas para demostrarlo. Mi papá siempre fue ordenado y en los casos que no conseguimos la certificación, presentamos los recibos de sueldo”, explica Paola, que cursa tercer año de la carrera.
La diferencia entre una y otra jubilación es muy importante. Cuando le avisaron a Pablo que se jubilaba, la mínima era de casi 13 mil pesos. La que a él le corresponde, casi la duplica. “Estamos evaluando presentar un reajuste porque sigo pensando que es poco. Es un trabajo muy sacrificado, dejan el cuerpo en el muelle”, sostiene Paola.
Cuando se recupere del pie y el hombro, el estibador ya no podrá volver al puerto como tienen que hacer muchos de sus compañeros como Daniel Rojas, que a los 61 sigue haciendo fuerza y moviendo cajones de pescado fresco, porque la jubilación solo le alcanza para pagar los impuestos.
“Muchos de sus compañeros pueden volver a trabajar porque no se jubilaron como estibadores. Ya le dije a mi papá que ni se le ocurra volver porque puede tener sanciones”, avisa Paola.
Ambos lamentan que el SUPA no tenga un cuerpo de asesores para ayudar a los estibadores para que puedan lograr una jubilación diferenciada. “Nadie se preocupa por lo suyo y lamentablemente el gremio no representa a los trabajadores”, cuestiona Romero.
Le va a costar no volver al puerto. Entre mates dulces, reconoce que todos los días, cuando cae el sol, mira los barcos que entraron a puerto para saber cuánto y quienes trabajaran habrá al día siguiente.
“Tuve tres hijas para que nadie más en esta casa vaya a trabajar al puerto”, acota como humorada de despedida. Su hija Paola no fue al puerto pero fue clave para que pueda jubilarse como lo que fue los últimos 23 años: estibador portuario.